El Otaku en Chihuahua

Los jóvenes de hoy vivimos en momentos muy difíciles, por no decir apocalípticos. Tratar de encontrar una identidad y el sabernos acompañados por quienes piensan como nosotros nos otorga una tranquilidad indescifrable. Las hoy llamadas tribus urbanas son esos grupos donde aquellos autodenominados raros o excepcionales encuentran ese equilibrio y se envuelven de un poder hermético y casi divino. Es agradable darse cuenta de la existencia de otros incomprendidos como nosotros. Entre todo este movimiento muy conocido (al menos el que tiene más difusión) hay una verdad irrefutable y es que todas estas tribus urbanas están unidas por la música: punks, emos, metaleros, góticos, etc., todos ellos tienen por unión y razón de ser sus tendencias musicales y el vestuario de moda. ¿Qué hay de las demás artes?

Dicen las malas lenguas que el arte es el lenguaje universal, y lo sabemos desde las primeras pinturas rupestres, si es así ¿por qué la música se ha vuelto tan elitista?, ¿o son los miembros de las mismas tribus?, ¿una combinación de las dos?

Sea como fuere todas las tribus urbanas no son más que meras etiquetas. Es difícil llegar y presentarte a un lugar nuevo con gente desconocida. Comenzarías de una manera valerosa intentando dar la pauta para una conversación inicial: “Hola, soy Paquito y me gustan Sex Pistols, Job for a Cowboy, Hannah Montana, Gondwana, Banda el Recodo y Alessana” porque no faltará quien te diga “pues decídete, ¿qué eres?” ¡Vaya pregunta! Soy un ser humano con gustos variados para la música.

La animación japonesa y el manga, como tales, pertenecen a las artes plásticas y a la literatura. Siempre he visto este mundo de tinta como uno muy ancho en donde todos tienen cabida, por la enorme variedad de géneros e historias que se pueden encontrar en esos monitos de ojos grandes. Pese a la diversidad abarcada por el mundo del anime, existe esa división tan de moda en los últimos años, como lo es etiquetar a las personas. Hablando de occidente, si ves animación japonesa eres un: rarito, friki, freak, infantil o un otaku. Y ese que, a pesar de ser una palabra japonesa, en su país de origen tiene otras tantas variaciones.

Otaku nos llega del japonés お (o, una partícula honorífica) + 宅 (taku, casa), refiriéndose a una persona que pasa mucho tiempo en su casa, presa de un hobby. Pero en Japón fue usada para representar de manera despectiva a todo aquel traumado de manera socialmente insana. A occidente el concepto pasó como parte de la identidad de aquellos a quienes les gusta la animación japonesa, el cual se usa tanto de manera despectiva como adjetiva.

Como el resto de las tribus urbanas, el otaku tiene, por lo general, una manera de diferenciarse del resto de las personas, voy a recalcar que todos somos diferentes y esa marca puede ser más visible en unos que en otros. Son esos detallitos que todos tomamos o formamos gracias a nuestros gustos, y que por ende, y etiqueta, nos colocan en alguno de los grupos o tribus urbanas ya citados. Aquí en Chihuahua, por la casi inexistencia visual de los fanáticos del anime hace unos tres de años, era todo un fenómeno ver al tipo de otaku sobre todo ese que resalta y fue catalogado como raro. Hoy en día, para mi sorpresa, he descubierto que la comunidad otaku a crecido muchísimo y buscan la difusión de la animación japonesa, el manga y todo aquello que nos gusta de la cultura del país del sol. Esta clase de búsqueda da la oportunidad a aquellas personas, deseosas de dar a conocer sus gustos, el querer aportar con algún detallito a la comunidad otaku, pero luego todo ese concepto se corrompe y deforma.